Al pie del Montegordo, y siguiendo por la carretera local de Albocásser a Sant Mateu, entre los kilómetros 6 y 7 encontramos el curso de la rambla de la Morellana, denominada también, en este punto, Barranc del Pascualito. Aguas abajo se reconoce rápidamente el roquedo que alberga las tres cavidades consecutivas de Ribasals o del Civil, declaradas monumento histórico-artístico en 1924.

Coves del Civil
Las cavidades se abren a unos 15 m por encima del lecho de la rambla y están orientadas de sur a oeste, abarcando una extensión de 25 m (Fig. 165).
La primera de las cavidades comprende un reducido recinto, cubierto de coladas estalagmíticas, entre las que se aprecian en color rojo castaño los cuartos traseros de un posible cérvido. La segunda se encuentra protegida por una gran visera rocosa y posee únicamente la imagen de un cáprido sin cabeza, de color castaño, junto a varios trazos. La tercera cavidad integra el abrigo más importante, ya que en su seno se ejecutó uno de los frisos más divulgados y conocidos del conjunto. Por desgracia, y a pesar de estar protegidos con una valla metálica, la pared se ha ido bruñiendo y alterando por la acción de los visitantes, siendo su visibilidad cada vez más deficiente.
En la parte izquierda del covacho se diseñaron diversas figuras de animales, entre ellas algunos ciervos y cápridos que debido a la formación de concreciones calcáreas, se entrevén un tanto despigmentadas y distribuidas aparentemente de forma dispar (Fig. 160). Pasando el umbral de la cavidad, en una hondonada de la parte superior, percibimos una escena cinegética formada por dos animales de estilo naturalista, rodeados por varios cazadores de rasgos estilizados. El primero de los animales representa una cierva que gira la cabeza hacia atrás, en la actualidad destruida en toda su parte inferior, y el segundo es un notable jabalí, de gran tamaño, con flechas insertadas en su parte trasera. Cabe señalar que una de las figuras humanas inmediatas a estos ungulados se halla solamente esbozada, mostrando el contorno siluetado de la pierna con un trazo sumamente fino (Fig. 158).
Por debajo de esta composición aparecen una serie de líneas y trazos de color castaño que caracterizan los únicos ejemplares puramente esquemáticos del friso. Cerca de la base se reúnen varios arqueros de trazo lineal que, a juzgar por sus posturas con los arcos levantados, sugieren una visión instantánea de un ritual o danza. El color negro de las figuras se halla en buenas condiciones y menos perecedero que el del resto de las figuras. Situados prácticamente en el centro de la cavidad podremos ver un grupo de arqueros, que H. Obermaier y P. Wenert denominaron con el nombre de "cestosomáticos". Estos se sitúan uno tras otro, en un mismo plano, al parecer en posición de marcha y dos de ellos en posición de flechar contra el núcleo principal, situado más a la derecha. Por encima de esta escena se advierte un animal solitario muy borroso e inconcreto, cuyo contorno recuerda la imagen de un équido.
La escena principal del friso aparece integrada por dos escenas de arqueros: una apenas visible, que se interpone entre el anterior y el núcleo principal de arqueros, el cual aparece constituido por unas treinta figuras de una gran homogeneidad estilística, encajadas y superpuestas en una realización sumamente hábil (Figs. 161, 162, 163 y 164).
La mayoría de estos personajes dirigen sus pasos hacia la izquierda, en diversas posiciones. El mayor dinamismo se encuentra en la parte inferior del friso, donde los arqueros con las piernas abiertas disparan sus arcos, desenvolviéndose en una posible lucha (Fig. 161). El diseño de estas figuras personifica tipos de cuerpo esbelto y estilizado, cabeza discoidal o redondeada, pecho triangular, cintura delgada y músculos gemelos bien remarcados.
En el extremo derecho de la pared reaparecen las escenas cinegéticas, incluyendo un grupo de dinámicos arqueros, que siguen los mismos convencionalismos anatómicos, dirigiéndose hacia el grupo principal. Señalemos que en un mismo lugar se repintó claramente una figura humana que más tarde, con otro desconchado tal vez intencionado, originó la oquedad donde se ubicó un ciervo de tendencia esquemática y de ejecución un tanto ruda, marcando una fase posterior al grupo de arqueros (Fig. 166). En esta zona de la cavidad, y por debajo de la mencionada escena, aparece la única figura con tocado en la cabeza destacando con cuatro largas plumas, aunque el color más tenue del adorno nos hace pensar en una superposición. Es, además, el único adorno de plumas de este color entre más de setenta figuras humanas (Fig. 253). Otra clase de adorno se distingue en una figura del extremo derecho y de cuya cabeza cuelgan puntos sincrónicos que fueron interpretados como adornos de conchas por H. Obermaier. El estilo de este personaje se aparta de los convencionalismos anatómicos del resto de figuras, con un tronco corto que contrasta con su gran cabeza y sus robustas piernas. Como veremos más adelante, este tipo se emparenta con los arqueros de la Cova dels Tolls Alts.
Cerca de la bóveda destaca un gran arquero, de 40 cm de altura, que transporta un manojo de flechas. A ambos lados se descubren otras dos imágenes, la primera consiste en una cierva rampante tal vez muerta, y la segunda parece responder, por su morfología, a un animal posiblemente mítico, antropomorfizado.
Los colores utilizados en la realización del friso son el rojo castaño, carmín y negruzco, siempre con distintos matices. Según J. Cabré, en este abrigo existieron algunas figuras emplumadas y perfiladas en color blanco. H. Obermaier no citó en su estudio ningún trazo en este pigmento, y en la actualidad es totalmente imposible comprobar tal aplicación.