La Cova dells Cavalls, declarada en 1924 monumento histórico-artístico, se sitúa en el escenario más impresionante del barranco de la Valltorta, en particular por su quebrado paraje que, ubicado en la inmediata Roca de les Estábigues o Tábigues, de unos 80 m, de escarpe vertical, logra crear un ambiente único en su género.

Cova dels Cavalls
Este emplazamiento geográfico, vinculado a las composiciones de caza de la Cova dells Cavalls, realizadas con una extraordinaria claridad didáctica, hace posible imaginar el desarrollo de las tácticas cinegéticas por este accidentado lugar.
Desde el lecho del Barranco, el recinto se presenta como un inaccesible nido de águilas, sólo asequible siguiendo por la base del cortado paredón de la Estábigues, para remontar por la caótica rampa hasta la plataforma superior. Ésta se puede alcanzar ascendiendo por la ladera que emerge contigua a la Estábigues, o bien a través del camino que parte entre el kilómetro 1 y 2 de la carretera local de Tírig a Coves de Vinromá, y que dejaremos en las cercanías de la meseta, continuando a pie hasta una diaclasa, que permite el camino hacia el interior de la cueva.

Diaclasa de acceso a la Cova dels Cavalls
Antes de iniciar la descripción de los frisos quisiéramos reseñar aquí uno de los párrafos que H. Obermaier y P. Wernert recogieron en torno a la Cova dells Cavalls: "Según referencias de personas ancianas, había antes muchas más figuras en las paredes del abrigo que las que hoy existen e inculpan a los pastorcillos de ser los autores de la destrucción paulatina de más de la mitad de las figuras en los últimos cuarenta años. Aún es más deplorable que también después de nuestros trabajos y estudios de Tírig haya continuado esta obra de destrucción. No es de extrañar que los pastorcillos y los aldeanos hayan conocido siempre estas figuras interpretadas como caballos".
El abrigo encarado al oeste, ofrece amplias dimensiones, con nueve metros de longitud, tres de profundidad, y una altura máxima de cuatro metros. Todo el recinto aparece cercado con una valla metálica para su mejor protección, aunque cabe señalar que las primeras figuras, todavía inéditas, se hallan fuera del abrigo. Entre éstas, destaca una cierva naturalista, ejecutada en color castaño oscuro que acredita, junto con una serie de restos, la existencia de una escena extendida en este rincón. Pero, debido a la falta de cobertizo y a la acentuada erosión, hoy se encuentra prácticamente desaparecida. Situados en el interior del covacho, distinguimos en la pared occidental la primera composición, formada por dos figuras de arqueros a la carrera, de distinto estilo, la primera con rasgos naturalistas y provistos de un carcaj, y la segunda de rasgos estilizados. Siguiendo el reconocimiento por la parte inferior, nos percatamos de una serie de motivos realizados en estilo esquemático. Entre ellos destaca, arrinconada en el ángulo, la presunta imagen de una mujer, con los brazos entreabiertos, falda acampanada, cabeza redondeada, indicación de los dedos de la mano derecha y provista de un bastón.

Figura femenina
Para su ubicación fue escogido un espacio entre coladas y concreciones estalagmíticas, que configuran el contorno vaciado de la falda, situándose entre las pocas figuras femeninas que demuestran unos contactos con otras estaciones rupestres de estilo esquemático. Siguiendo hacia el interior del covacho, observamos en la par te superior varios agrupamientos de arqueros. El primero de ellos, con distintos tipos estilísticos, dispone su arco hacia abajo (Figuras de cazadores núm. 1);

Figuras de cazadores. 1

Figuras de cazadores. 2
el segundo acogido en el seno de gruesas coladas estalagmíticas, aparece como escondido o resguardado en el fondo de una grieta o diaclasa (Figuras de cazadores núm. 2). Al llegar a la parte más interna del abrigo se descubre, cada vez con más dificultad, la escena de caza de una manada de cérvidos, considerada como la más narrativa de todo el barranco de la Valltorta, y donde un reducido grupo de arqueros obliga a descender, por una supuesta grieta o diaclasa, a la manada compuesta por siete ciervas, un ciervo y tres cervatos, encarándolos, a la vez, contra cuatro tiradores alineados verticalmente, que disparan frente a ellos. La composición expresa un extraordinario realismo por la gran vitalidad de todas sus imágenes.
Escena principal de la Cova dels Cavalls
La escena se realizó sobre un plano oblicuo para lograr la sensación de que los animales descendían hacia el espectador, diseñados con cierta perspectiva, a fin de dar la idea de que los ojeadores introducían a la manada en una diaclasa, tras la cual les esperaban varios arqueros que, situados en distintos puntos, les obligaban a precipitarse por los escarpes o bien penetrar en el gran caos de bloques, donde serían fácilmente capturados.
Los restos y repintes que se registran por debajo de algunas figuras, así como los distintos estilos de los cazadores, nos hacen sospechar que la escena fue ampliándose a partir de otra, ya preexistente en el mismo lugar.

Detalle de la escena principal de la Cova dels Cavalls
Lindando con esta composición, H. Obermaier y P. Wernert pudieron estudiar un núcleo muy interesante de figuras superpuestas, donde se percibían dos ciervos, un gran bóvido y tres figuras humanas. El ejemplar más completo de ciervo era más antiguo que una figura humana de tipo estilizado con rasgos naturalistas. En cambio, la figura del gran bóvido naturalista se situaba en un momento posterior a otro arquero, similar al anterior.
Por su gran interés, pasamos a transcribir a continuación el texto referente a estas superposiciones que fueron anotadas en el capítulo de "Composiciones y Supraposiciones" de los citados autores, "...no pueden ser tomadas en consideración para conclusiones de mayor relieve. En cambio es de más alto interés la lámina XXII (3): la pequeña imagen de un ciervo naturalista (núm. 45) es más antigua que la de un hombre (núm. 44), mientras que, a la inversa, la figura de un gran bóvido (núm. 46), es más reciente que la de un arquero (núm. 47), que se asemeja mucho por su estilo y tamaño al cazador núm. 44. Por esta misma causa no se encuentra ninguna solución al problema de fijar la cronología de las pinturas de este fresco; no hay más indicio que el hecho, hace tiempo conocido, de que las figuras de animales de gran tamaño perduran por todas las fases del arte del Levante, y que no preceden cronológicamente a las pinturas de hombres y animales de pequeño tamaño".
Sin lugar a dudas y en contra de la opinión delos prehistoriadores aludidos, los datos de estas superposiciones, totalmente destruidas, aportan por sí mismos una importante información para el conocimiento del proceso evolutivo de los frisos de la Cova dells Cavalls. Es de lamentar que en la actualidad solamente grandes huecos ocupen su lugar.
Por encima de este irreparable destrozo, se conserva la parte final de la escena de caza principal, que ha quedado dividida por una ligera colada. En este punto es perfectamente visible un arquero de exagerada estilizacióny trazo lineal, el cual formaría parte del grupo de ojeadores y perseguidores de la manada.
Sobre una protuberancia rocosa se ejecutó otra composición, de la que hoy solamente podemos distinguir algunos restos y unas pocas figuras. Las que mejor se conservan corresponden a un hombre con rasgos faciales, en posición de marcha, y a unos inconcretos y cuarteados cápridos enfrentados. La escena se completaba con arqueros y animales que se deducen por sus restos.
Dentro de las figuras destruidas y robadas cabe señalar el arquero n.° 57, publicado en el año 1917 por H. Obermaier, el cual se guarda en el Museo de Cervera, en la provincia de Lérida.